1. Hazlo fácil: coge atajos
No busques la perfección, solo tiene que ser real. Utiliza una aplicación del móvil o una libreta que te acompañe siempre y escribe en ella todo lo que se te va ocurriendo. Así tu cabeza se desocupará y estará preparada para otras cosas más importantes. Te relajarás y, cuando llegues a casa o estés tranquilo, ordénalo y pásalo a tu planificador.
No compliques tu organización repitiendo las tareas. Si te ponen deberes, al acabar, guárdalo ya en la mochila. No lo lleves a otro lugar porque luego tendrás que elaborar otra planificación, que ocupará lugar en tu cabeza, para acordarte de cogerlo. Cuando acabes tus deberes, ve colocando en una zona de la mesa lo que sea para llevar al cole, en otra lo que es para guardar e, incluso, en otra lo que sea para repasar.
No des vueltas por la casa para hacer una tarea, centraliza todas tus cosas en un sitio y que siempre sea el mismo. Seguro que no mueves los videojuegos ni la consola ni ninguna de esas cosas que quieres saber siempre donde están.
2. Organízalo: paso a paso
Crea tu propio protocolo de organización, por ejemplo:
- Toma nota rápida de todo lo que se te ocurra.
- Pásalo a un papel.
- Numéralo por orden de prioridad, para ello: analiza primero la cantidad o dificultad de la tarea para saber su importancia y el tiempo que te llevará.
- Recuerda no poner tiempo: ubícalo, dale un margen y fluye, mejorarás tu gestión del tiempo.
3. Romantízalo: tu rutina especial
Crea tus momentos especiales, dos o tres al día. Tu rutina. Esa que hace que estés tranquilo, con calma, porque te quieres. Puede ser tu momento Descanso antes de comer, tu momento Planificación después de comer o tu momento Check antes de dormir. Haz de ello un hábito, disfrútalo, valora lo mucho que te aporta. Con que seas insistente una semana, se convertirá e un hábito y se hará más fácil. Lo difícil es forzar momentos, buscarlos; pero cuando veas lo fácil que se hace tu día de 24 horas por 10 minutos de calidad que dediques a mantener tus hábitos… Serás un maravilloso adicto de tu propia rutina.
4. Planifícalo: no lo pospongas
A veces no es posible hacer cosas que importan y, posponerlo sistemáticamente nos angustia. Sin embargo, si lo ubicas en tu planificador y le asignas su sitio y su momento: tu tarea y tú, descansaréis.
5. Ordénalo: tu madriguera
No es una tontería: donde habitas es tu lugar de confort, tu seguridad, lo que te hace tener ganas de acabar un buen día para empezar otro. ¿Qué te apetece más? ¿Llegar a un desorden, en el que no tienes donde sentarte o legar a un lugar que huele a calma y brilla? Pues hazlo… Mantén tu habitación en orden para que tu rutina sea fácil.
Busca esos 10 minutos del día que elijas para hacerlo: conviértelo en una rutina. Hacerlo de vez en cuando te lleva horas y seguramente enfados para que lo hagas. Cámbialo por 10 minutos diarios, cuando tu quieras. Consecuencias: paz, sin alteraciones, poco tiempo y, sobre todo, orden. ¿A qué renta mucho?
Pruébalo solo una semana y será uno de tus hábitos. Recuerda, hazlo fácil.