La situación excepcional que estamos viviendo nos ha afectado a todos, pero ¿nos hemos parado a pensar en las consecuencias que tendrá para los más jóvenes? Academia Encinas te lo cuenta.
Desde la perspectiva académica de nuestro equipo de profes queremos contaros las consecuencias en las aulas tras un año desde el inicio del confinamiento.
Lo que salta más a la vista académicamente es que se han perdido hábitos y técnicas de estudio. Muchos ni siquiera llegaron a adquirirlas, sobre todo en cursos tempranos que se introducían a una nueva etapa del sistema educativo como primero de ESO. Esto podría tener consecuencias más serias en cursos más altos, ya que los hábitos y métodos son los que se adquieren en etapas más tempranas.
Ahora la materia va rápido y los más peques no son capaces de abarcar temario, conceptos, hábitos y métodos.
Probablemente, el cambio más visible y sustancial sea la obligación del uso de mascarilla. Para nosotros y para ellos, supone una barrera, de hecho, lo es. Es una barrera física que hace que se pierda una parte muy importante de la comunicación no verbal.
Como docentes tenemos que esforzarnos en ser más sutiles, más directos con las palabras porque no tenemos otras herramientas. Es más común que se produzcan malentendidos, pues los alumnos se sienten apartados porque la sonrisa o, incluso, la mirada se pierden.
Se ha eliminado el feedback entre alumno y profe porque no podemos interpretar nuestras expresiones.
Para ellos, también está siendo diferente. A los más tímidos les sirve como escudo, los protege y se esconden detrás. Las consecuencias sociales e interpersonales para este perfil de jóvenes serán demoledoras.
Otro cambio importante en las aulas, ha sido la distancia impuesta entre las mesas, aunque este, sin embargo, no supone un cambio a peor. Al contrario, en la mayoría de clases la separación hasta es productiva, ya que ellos pueden hablar igual pero no parlotean tanto. En consecuencia, las explicaciones son de más calidad y más intensas, sin interrupciones.
En el lado opuesto están las materias donde se propician más las actividades en grupo, como inglés. Ahora es más difícil porque no pueden interactuar entre ellos o si lo hacen tienen que mantenerse a una distancia que, a veces, no deja llevar a cabo la actividad.
Las consecuencias de un curso 2019-2020 truncado por la pandemia están siendo más que notables. Nunca llegaron a ponerle un final oficial al curso y les frustra porque tienen que recuperar todo lo anterior y adquirir lo nuevo.
Durante el primer trimestre era más común la tristeza y el hastío entre el alumnado. Últimamente, ya están acostumbrados a una situación que sobrellevan como pueden. Se mantienen en un estado contenido y, por tanto, desbordan a la mínima. La vuelta a la normalidad será un caos.
Somos seres sociales, empáticos por naturaleza. La ausencia de compartir y conversar hacen que los más jóvenes se sumerjan en exceso en las redes sociales. Algunos ya no sabrán salir de ahí sin esfuerzo.
Como consecuencia de las restricciones, la nueva relación que se ha creado entre los adolescentes y las redes sociales es muy peligrosa. Han volcado su vida en internet y están perdiendo la capacidad de interrelacionarse y crear vínculos amistosos.
Sumado a todos estos cambios, el entorno de los institutos está siendo, en líneas generales, un foco más de presión, tensión y ansiedad. Los alumnos están tensos y cansados de amenazas y normas. Además, para nosotros como academia, el cambio de metodología en los centros por miedo a un confinamiento supone un hándicap porque no depende de nosotros.
La calidad de la enseñanza está empeorando mucho. Lo peor es que las consecuencias se verán a medio plazo y la mayoría de los problemas que se están generando serán difíciles de resolver. Probablemente, los alumnos que tengan más dificultades se quedarán descolgados de un sistema que no tiene tiempo de recuperarlos.
Al margen de lo académico, muchos factores y alteraciones de la personalidad se están viendo incrementados. El aislamiento y el excesivo roce con la familia provocan más conflictos. Esto, unido a más normas y más autoridad por parte de los padres por miedo al covid, les produce contención lo que los conduce a comportamientos más extremos.
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